Mesmeria

Arte Fantástico: Ilustración e imaginación

viernes, noviembre 23, 2007

El hombre y el monstruo (un recorrido por la evolución del binomio del Dr. Jekyll y Mr. Hyde)

La ciencia ficción es una literatura de cambios y sus consecuencias. Esa característica le ha permitido obsequiarnos con algunos de los mitos más poderosos de los que ahora disponemos y que han suplantado muchos de los viejos temores que nos acompañaban desde las cavernas: recién llegados a los rincones oscuros de nuestras moradas están Frankenstein, el Robot Rebelde, el Mutante Hostil, el Superhombre Malvado, o Alien el Octavo Pasajero, todos símbolos, oscuros avisos, de que los nuevos avances del hombre le estaban aventurando en un territorio desconocido y puede que maldito.

Pero en estos últimos siglos de revolución tecnológica permanente, de cambios vertiginosos, a veces nos resulta difícil ver con qué velocidad cambian incluso las advertencias del peligro, las oscuras insinuaciones de nuestros miedos. Mitos que apenas cuentan un siglo se ven continuamente reinterpretados, generalmente de una forma accidental, inconsciente, en un claro síntoma de las nuevas pulsiones de los tiempos.


O de las modas, en el fondo lo mismo. A continuación muestro tres portadas diferentes del mismo cómic, de una colección estadounidense de adaptaciones ilustradas muy similar a las entrañables "Joyas literarias juveniles" de la Editorial Bruguera. Una inmejorable muestra de la capacidad del Doctor Jekyll para alterar su aspecto:


La caída del Dr. Jekyll fue consecuencia de su pecado de querer controlar su naturaleza desde un punto de vista puramente intelectual. Esta portada muestra claramente esa cualidad intelectual del peligro de Jekyll. Un ser que acecha en la sombra, pero que claramente se nos parece. Las dos caras, las dos facetas del mismo hombre, aparentan estar sumidas en una reflexión intensa, más allá de los miedos o los planes siniestros. La monstruosidad como una desviación del pensamiento.


No veo imposible que este tratamiento responda a la época en que fue plasmado gráficamente: los años 1950, en los que por primera vez se cernía sobre los Estados Unidos una sensación de peligro, de hostilidad, de extrañeza, no necesariamente asociada a las potencias exteriores. El Comunismo no era necesariamente cosa de inmigrantes o de espías extranjeros. Hollywood, Broadway, los círculos literarios, científicos, incluso militares estaban llenos de comunistas "cien por cien americanos". Cualquier conocido podía caer en esa perversión inmunda. "Señora: ¿Puede su hijo convertirse en comunista? Test en el interior"


Aunque el estilo con el que se ha realizado esta portada es "moderno" y responde a una estética comiquera relativamente reciente, su inspiración nace de una interpretación bastante rancia del vicio y la virtud. Compárese primero con el poster de la película clásica en el inicio de este post, aunque el Hyde de este "tebeo" recuerda mucho más al (anterior, y mudo) Quasimodo de Lon Chaney. En todo caso, es un villano brutal, atávico.

Con mucha facilidad en la época victoriana se asociaba vicio con bestialidad. En la época en la que surgió el darwinismo, incluso los que no compartían esa teoría o no la comprendían correctamente aprovecharon de ella lo que les convino para sustentar sus visiones clasistas o racistas. Las clases o las razas "inferiores", o los réprobos morales, están más cerca del animal, y si no respetan adecuadamente las convenciones dominantes es por un fenómeno de regresión, de alejamiento de la condición humana.





¡Y por fin llegamos a mi ilustración preferida de todas las que se muestran aquí! El monstruo entendido como una apoteosis de lo "Pop". ¡Y qué colores tan brillantes!

Se podría decir que esta llamativa ilustración muestra también una visión del pecado como bestialidad: Hyde parece un reptil, un sapo, un dragón. Pero, realmente, este Hyde no es hijo de Beowulfo o de un bestiario victoriano. Es pariente de la Criatura de la Laguna Negra, de Godzilla (¿ven cómo corre la gente?), del monstruo de 20.000 brazas, del Increíble Hulk. En la época de la Crisis de los Misiles Cubanos, de la Destrucción Mutua Asegurada, y del desembarco masivo de las drogas en la cultura juvenil, este Hyde es un mutante, si no nuclear, al menos bioquímico. Y con un aspecto bastante flipado. Es que las drogas son muy chungas, tío.

(¿Han visto ese cielo? Jo, qué alucine.)



Lo que nos lleva a una revisitación genuinamente comiquera de Mr. Hyde que fue al mismo tiempo uno de los grandes iconos de la juventud contracultural: el Increíble Hulk (en su versión verde, y preferentemente de Herb Trimpe). Si se puede decir que Superman era el superhombre, la encarnación convertida en invencible de todos los valores de esfuerzo y superación , en el fondo La Masa era el superhippy: un tío raro, un pasota que sólo quería que lo dejaran en paz, mientras se daba sus paseos un poco iniciáticos por el desierto en plan Jim Morrison, incluyendo sus toques místicos (podía ver formas astrales, como la del Dr. Extraño, pese a su aspecto desharrapado y no muy brillante)

Eso sí, mucho "paso de todo" y "mucho dejadme en paz, tíos", pero La Masa no hubiera sido tan popular en su momento si no hubiera cumplido con creces un anhelo secreto de todo contracultural que se precie: la capacidad de dar una buena lección a quien perturbara sus ansias de soledad y naturaleza, especialmente si eran policías, o militares, o cerdos de ésos.



En un círculo completo, La Masa se ha vuelto imprescindible para comprender todas las corrientes que confluyen en la construcción de la versión de Mr Hyde más interesante de los últimos tiempos: la de Alan Moore y Kevin O'Neill en la Liga de los Hombres Extraordinarios.

Ya no es una simple bestia o una alegoría del pecado. Es un superhéroe oscuro. Es la apoteosis de la tentación que más inquieta a nuestras mentalidades modernas. No tememos al vicio ni al pecado. Tememos sobre todo al abuso de la fuerza, a dejarnos llevar por todo el poder que hemos acumulado en una loca carrera hacia el abismo, o a que alguien decida por nosotros y nos obligue a emprender ese paseo.