Mesmeria

Arte Fantástico: Ilustración e imaginación

viernes, julio 21, 2006

John William Waterhouse: postales desde Arcadia.

Hylas y las ninfas. 1896.

La Arcadia mitológica era una tierra hermosa y feliz, ajena a las preocupaciones y a los conflictos, una utopia pastoril en la que sus afortunados habitantes se entregaban a los goces físicos y espirituales, al arte, al amor y a la amistad. Desprovista de toda aspiración de diseño político o moral, la felicidad de Arcadia era un estado natural, espontáneo; un don del cielo del que los seres humanos eran simples disfrutadores, no los responsables.

Ese ansia por un refugio hermoso y despreocupado para el alma anida en muchas manifestaciones culturales de los últimos siglos, pero en el contexto de las sociedades industriales de la próspera y expansiva Europa del siglo XIX, especialmente en la Inglaterra victoriana, resulta especialmente visible asociado al nacimiento del concepto de turismo.


Una ofrenda romana, 1896.
El viajar, que a principios de la formal Era Victoriana era el refugio, la última salida del aristócrata excéntrico, del verdadero romántico, del Byron que desafía las convenciones y se somete a los peligros y a las incomodidades de una peregrinación, a medida que los avances del vapor en la tecnología de comunicaciones van conviertiendo los trayectos en cortos y razonablemente sin sobresaltos, se va convirtiendo en una sana industria ahíta de comodidad burguesa que persigue la emoción sin la agitación. Ver las colosales ruinas del pasado debe formar parte del cursus honorum de un inglés respetable. Las señoritas británicas acomodadas pasean junto a la casa romana donde agonizara Keats recatadamente acompañadas por sus carabinas; las solteronas con herederos toman el té de las cinco en la terraza del Mena House, con vistas a la Gran Pirámide. La misma evolución del concepto de viaje y de aventura se observa en los periplos de la imaginación. Y esto nos lleva a un artista que es el paradigma de los gustos de la época: John William Waterhouse.

Nacido en Italia durante el típico viaje de aprendizaje artístico que sus padres realizaban, como tantos otros pintores de la época, Waterhouse logró el ingreso en la Royal Academy a la edad de 21 años, con unas obras de gran corrección y perfecto acabado, pero como era de esperar, altamente convencionales.

Los favoritos del emperador Honorio, 1883


Técnicamente mucho más emparentado con el neoclasicismo más conservador, logró, pese a ello ir transcendiendo las poses de la pintura de temas histórico, mitológico o de viajes imperante en su tiempo mediante una elección altamente personal de motivos y tratamientos formales más simbólica y legendaria que le supuso ser considerado un precursor del prerrafaelismo, aunque sólo en lo temático.

La Dama de Shalott, 1888.

Atravesó una cierta evolución estilística en sus años tardíos, pero incluso entonces conservó un punto de ese toque completista, levemente relamido que le supuso, por otra parte, contentar a un mismo tiempo a la crítica más convencional y al público de gustos algo más extravagantes. Imágenes perfectamente acabadas, casi fotográficas, donde lo audaz es el tema, no la forma; un paseo quietista, testimonial, por los continentes de la mitología griega, el ciclo artúrico, los momentos selectos del tópico histórico, como un turista al mismo tiempo apresurado y minucioso que, armado de una cámara de fotos, hiciera un recorrido por la tierra de la imaginación.
Con todo, su perfección técnica y su cuidado tratamiento nos brindan un vasto conjunto de imágenes sugerentes a los soñadores.



Tristán e Isolda. 1916.

Ofelia, 1894.